En 1972, la empresa tenía que conseguir urgentemente instalaciones más grandes para poder cumplir todos los encargos. Con la nueva fábrica 2, Wanzl era capaz de ejecutar toda la cartera de pedidos de forma fiable y en la calidad habitual. Pero, de la nada, el entonces banco local de Augsburgo, exigió el reembolso del préstamo. Obligaban a Rudolf Wanzl a vender la fábrica y saldar el crédito en un plazo de seis semanas. Entre la espada y la pared, Wanzl decidió dirigirse a la caja de ahorros local de Gunzburgo, donde explicó abiertamente la situación y obtuvo inmediatamente la promesa de que se le ayudaría.
Poco antes de la concesión del crédito apareció el director del banco y su representante en la vivienda particular de Wanzl. Era mediodía, la madre de Rudolf acababa de hacer la comida y toda la familia estaba sentada en la mesa de la cocina. Se invitó a los dos señores a pasar y tomar asiento, se le sirvió sopa y a continuación puré de patatas con chicharrones, cebolla y ajo. Ese mismo día se autorizó el crédito y la empresa pudo respirar. Al cabo de un tiempo, el director de la caja de ahorros explicó por qué se le concedió el crédito de forma tan sencilla y rápida: «Cuando una familia está tan unida y come de forma tan humilde, nada puede ir mal». Quién estaba en realidad detrás de la casual solicitud de reembolso es todavía un misterio. Con el crédito, Wanzl pudo continuar su trayectoria de crecimiento y seguir adelante con las primeras expansiones en nuevos mercados. ¡En casa de los Wanzl todavía se sigue comiendo puré de patatas!